1 de mayo de 2012

Genio y figura...

No tuve el gusto de conocer a mi tío Rafael. Me parece que lo ví una vez cuando era muy pequeña, pero sinceramente no lo recuerdo con claridad. Sin embargo, la vida me permitió conocer y platicar con mi tío Arturo en varias ocasiones; platicar con él me recordaba mucho a platicar con mi abuelo, que es sin duda una de las mejores experiencias que he tenido. La pasión por el conocimiento, la sencillez con la que conversaba y la creatividad que demostraba en todo lo que hacía me mantuvieron atenta durante horas.

Su casa era literalmente un museo aunque no abierto al público. Tenía miles de restos de animales marinos, piedras y un sin fin de objetos cuidadosamente ordenados. Incluso los estudiantes de la UNAM (según recuerdo) visitaron su casa con para ver y aprender sobre la vida marina. Ahí vi arena de diferentes lugares del mundo, desde el blanco más puro hasta el negro más brillante. Mi tío me enseñó orgulloso su colección de estrellas marinas, esqueletos de peces, conchas, caracoles, erizos, fósiles, plantas y libros sobre diferentes temas, así como la espada de mi bisabuelo, el coronel.  Muchos años le dedicó a esa pasión y sus ojos brillaban al mostrar sus colecciones.

Mi tio Arturo Galán de la Cavada decidió dejarnos el pasado 18 de abril. Aún siento un nudo al pensar que no está más con nosotros, al imaginar tantas horas más que pude haber conversado con él, al recordar el amor que se tenían él y mi tía, quien por cierto soportaba con cariño las locuras que hacía mi tío.

El recuerdo más bello que tengo fue el apoyo emocional que nos brindó cuándo mi abuelo falleció. Recuerdo haberlo abrazado por mucho tiempo y recuerdo también sus palabras que me ayudaron a sobrellevar la pérdida. Pero el recuerdo que mejor lo representa sucedió cuando fuimos a Pachuca, donde vivía una de sus hijas. Fuimos a una feria con el resto de la familia y en algún momento, mi tío Arturo y yo nos adentramos a un pabellón de ciencias. Recorrimos los stands, curioseamos por las exposiciones, paseamos por el pabellón y de pronto nos encontramos frente a la pared para escalar. Mi tío quiso subirse. Traté de desanimarlo - por temor a que se cayera - y me dijo: "Hija, tengo que aprovechar ahora que los demás no están; no sé cuánto más voy a vivir pero esta oportunidad tal vez no se me presente de nuevo."  Mi tío tenía entonces más de 70 años y subió, tan fresco, una pared de más de 10 metros. Bajó de la pared con una sonrisa de niño y yo volví a respirar.


Dice Lila Downs que veneramos la muerte porque la muerte nos da la vida. Ojalá que la vida nos alcance para dejar atrás el olvido de la muerte. Ojalá pueda yo dejar un recuerdo tan hermoso y tan profundo como el que estos grandes hombres dejaron en mi vida.

Descansa en paz, tío. Tu cariño sigue en nuestros recuerdos.

28 de abril de 2012

Intervenciones emocionales

A lo largo de estos dos años he aprendido un par de cosas interesantes en mi maestría. La primera de ellas es que cada acción (o inacción) es una intervención. Es común que la gente no mida el impacto de sus intervenciones, particularmente mientras se encuentra bajo el influjo de una emoción.

Otro axioma conocido en este ramo es: los datos dirigen el diseño de la intervención. Es decir, tenemos que sustentar con datos precisos (recogidos mediante observación, instrumentos o cualquier otro medio) las intervenciones que deseamos diseñar.

Sin embargo, cuando la gente no es consciente de ello, las intervenciones se vuelven complicadas, particularmente para las personas muy emocionales. Y más complicado aún es cuando dicha persona ocupa un alto puesto en la organización.

Hoy me tocó leer el correo electrónico de un ejecutivo dirigido a otro, reclamando de forma dramática una acción, basándose en el hecho de que la gente percibe nuestro servicio de una forma negativa. En dicho correo propone, además de anunciar a toda la organización que nuestro servicio no cumple con las expectativas (aunque sí cumple los acuerdos) de los vendedores y nos propone "aventarnos un poco de dinero" para motivar a nuestro equipo.

Entiendo que las personas de su área están bajo mucho estrés por su bajo desempeño debido a metas muy elevadas y sienten que nuestro equipo no les responde como ellos quisieran. Lamentablemente, todo se basa en una percepción de estas personas, quienes, dicho sea de paso, son altamente emocionales también; nuestras métricas siguen cumpliéndose sin problema alguno.

La intervención que propone este ejecutivo:  enviar un comunicado para protegerse, a lo que el llama "aclarar las cosas" y "aventar dinero" son dos de las cosas más negativas que podrían hacerse para incrementar el trabajo en equipo.

Una vez más compruebo la llamada teoría de la actividad: los miembros de un equipo tienden a internalizar las conductas que son naturales en la actividad que realizan. En este caso, reaccionar de forma emocional, basándose en percepciones y tratando de arreglar las cosas "aventando dinero".

27 de abril de 2012

Valores en la organización

Todas las empresas enfrentan en algún momento un conflicto de valores. A veces sucede que un servicio o producto no funciona de la forma que se quiere. Es por demás correcto reconocer el problema frente al cliente y restaurarle el producto o servicio que no se logró ofrecer. Sin embargo, el problema se da cuando el vendedor parece estar del lado del cliente sin recordar que tiene obligaciones para con la empresa que le paga un sueldo.

En un par de ocasiones he visto como los valores sin un objetivo claro pueden entorpecer los resultados de la empresa. Un ejemplo reciente fue el de hoy. Una empresa compró un producto de nuestro sitio que no funcionó como se quería. El cliente fue notificado, el producto fue repuesto, pero las personas que hicieron uso del servicio no obtuvieron lo que deseaban y lamentablemente, no parece haber manera de notificarles de dicho problema técnico.

El vendedor se molestó por el problema que fue ocasionado por errores técnicos; esto es perfectamente entendible dado que es él quien tiene que dar la cara. El producto fue restituido y funcionará en la duración acordada, sin embargo, el vendedor desea ahora poner una notificación en nuestro sitio que diga a las personas que hagan uso del servicio otorgado a esta empresa, que las personas que hicieron uso de dicho servicio en el pasado tuvieron problemas técnicos.

Intenté hacerle entender al vendedor que dicha notificación no tiene utilidad alguna ya que:
a) no resuelve el problema (que ya había sido resuelto).
b) no notificará a quienes experimentaron el problema que deben volver a utilizar nuestro servicio
c) reducirá la confianza que los clientes tienen en nosotros

Y desafortunadamente dichos argumentos no fueron apreciados por el vendedor, quien solo desistió de la propuesta, cuando le informé que tomaría mucho tiempo en ser ejecutada, si es que se lograba implantar.

El querer subsanar un error y reconocerlo me parece maravilloso, pero si la solución no lleva a ningún lado, hacerlo solo por penitencia no tiene ningún sentido.

22 de marzo de 2012

Todo está en la actitud

La actitud con la que enfrentamos las situaciones hace la diferencia entre perder o ganar. Como dice el refrán: si piensas que estás perdido, lo estás. De igual manera, si crees que tienes oportunidad de ganar, si te sientes genuinamente valioso, la gente con la que trates te percibirá de forma diferente.

Tu actitud puede ser la diferencia entre ser contratado o no. La entrevista de empleo es como la primera cita:
-o confías en ti plenamente y te muestras como eres, sin ningún estrés;
-o te pules en la forma en que te presentas, tratas de mostrar lo mejor de ti mismo y no enfatizas los rasgos que pudieran ser un problema para tu contratación.

El primer caso solo sirve cuando los rasgos más fuertes de tu personalidad se alinean con la empresa o el puesto. Por ejemplo:
-eres una feminista declarada y el puesto es el de Directora Ejecutiva de una organización de mujeres.
-eres controlador y un poco obsesivo, y el puesto es de Control de Calidad en una empresa manufacturera.

Lamentablemente, pocas veces hay puestos que ofrecer a personas que se quejan de todo y tienen una actitud derrotista. Tampoco hay muchos puestos para personas chismosas, criticonas o inmaduras. Definitivamente, a veces gente así se cuela en el proceso de entrevista, ya que los entrevistadores frecuentemente olvidan evaluar la inteligencia emocional del candidato.

Si tienes problemas para encontrar trabajo y consideras que tienes la experiencia y calificaciones necesarias, pregúntate si no será un problema de personalidad el que se interpone entre tú y el trabajo ideal.

27 de enero de 2012

El tiempo vuela

Y de nuevo llegamos a enero. Y con él, iniciar un nuevo año, evaluar el desempeño del año pasado, cerrar los pendientes del año anterior, planear las actividades de este año y hacer el balance de nuestra vida.

Este mes se me pasó tan rápido, que en mi mente aún es 26. La semana fue agotadora, trabajar tarde, empezar el día temprano, balancear responsabilidades y tratar de que todo salga a tiempo llega a pasar factura. Sin embargo, siempre es necesario hacer un alto y ver a dónde vamos. Mi maestría está por terminar y ahora estoy iniciando otro proyecto que me ayudará a compartir lo que sé y ojalá que ayude a dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontré. Me estoy enfocando mucho en el trabajo con mujeres, ya que siento que hay mucho más trabajo por hacer en este grupo.

Ayer en la noche fui a ver una película llamada Miss-representation que muestra el triste caso de la desigualdad femenina en Estados Unidos y que no es más que un reflejo del resto del mundo. Encontré irónico que después de la película, cuando conversamos entre los asistentes y mencioné la importancia del ejemplo de familia y amigos versus la influencia del medio ambiente, uno de los asistentes se refirió a un ejemplo que mencioné, pero la facilitadora de la conversación lo ignoró al hacer referencia al mismo tema. ¿Estamos tan acostumbrados a hacer caso a lo que dicen los hombres e ignorar a las mujeres?

Esta película me hizo pensar en ti, en cómo tu trato fue siempre igualitario y para ti no había diferencias de género al entrar en tu taller. Me enseñaste a trabajar con bobinas y a soldar, al igual que a otros de tus nietos y no recuerdo que hubieras dicho que algo era solo para hombres o solo para mujeres. Pediste a mi mamá que terminara la carrera antes de casarse, cosa que seguramente en su época no era lo habitual. Aprendí de ética y de justicia viendo tu ejemplo y ahora tomar decisiones se vuelve más fácil porque sé que eso es lo correcto.

Muchos años han pasado desde que te fuiste, pero el eco de tu voz sigue resonando en mis oídos.

¡Feliz cumpleaños, Abuelito!