26 de enero de 2014

De nuevo recordándote

Un año más sin ti. Hace unos días leía este breve poema que me hizo pensar en ti:

When I grow to be a poppy in the graveyard,

I will send you all my love upon the breeze

 and if the rain won’t wash away

all your aches and pains

I will find some other way

to tell you, you’ll be okay.


Es curioso cómo podemos sentir la presencia de quienes se han ido hace ya tanto tiempo. Aunque te siento cerca, pues te llevo siempre conmigo, recordarte y extrañarte son una misma acción. ¿Cómo puede uno dejar un vacío tan grande en otra persona?¿Qué se hace con ese dolor? Afortunadamente, muchos de los momentos que compartí contigo siguen vivos en mi mente. Solo sigo lamentando que no estés aquí para vernos de nuevo. ¡Feliz Cumpleaños, Abuelito!



16 de octubre de 2013

El valor de las cosas gratis

Ayer leí el caso de un editor de una revista en línea que llamó prostituta a una científica que se negó a escribir de forma gratuita para la revista. Todo por que la investigadora se negó a dar su trabajo gratis a quien se beneficia del tráfico de lectores en la red. Independientemente del tema del machismo (no imagino a nadie llamando prostituto a un hombre que se niegue a escribir gratis), es importante reflexionar sobre el tema de las expectativas.

Muchas veces olvidamos que vivimos en un mundo capitalista. Sería maravilloso si pudiéramos vivir de reputación, pagar nuestros recibos con "Likes" de Facebook y nuestra renta con recomendaciones de lo maravillosos que somos. Cuando las personas viven de prestar determinado servicio es fundamental otorgar un pago que de alguna manera reconozca el tiempo y dinero que han invertido para ser capaces de prestarlo, así como compensar el tiempo que nos dedican en ese momento.

Hace unos días ofrecí mis servicios para la organización de un evento. Una de las primeras preguntas que se hicieron fue si mi ayuda sería gratuita, ya que dicha organización no tiene fondos ni fines de lucro y necesita de ayuda. Pero no toda la ayuda fue creada igual. Para desarrollar las habilidades para organizar un evento como éste, he pasado años aprendiendo sobre técnicas de intervención a gran escala, estudié una maestría en Intervención en Sistemas Humanos. Viajé a Brasil y a Estados Unidos para reunirme con expertos y he comprado y leído una gran cantidad de libros. Además, ya hablando de la aplicación práctica, por regla general el evento toma casi el mismo número de horas en prepararse que en facilitarse por lo que si voy a organizar una pequeña reunión de 2 horas, invertiré otras 2 horas en la preparación, lo que da un total de cuando menos 4 horas que bien pude haber dedicado a otra tarea.


Es cierto, hay organizaciones que prestan sus servicios u otorgan sus productos sin costo, sin embargo, ellos reciben una compensación de otra forma: mediante fundaciones, donativos, subvenciones, etc. Esto no quiere decir que nunca nadie hace algo gratis, pero considerando que todos tratamos de tener una vida balanceada y eso requiere encontrar actividades que nos generen un ingreso, actividades que proporcionen desarrollo personal y profesional, tiempo con la familia y tiempo de descanso, las probabilidades que tenemos de participar en una causa que no necesariamente compartimos, sin obtener una remuneración, son francamente bajas.

Mucha gente considera que una ayuda siempre debe ser gratuita; yo por mi parte sé que los servicios cuestan, y que los favores son gratis pero ambos son formas de ayudar. También pienso que las cosas que valoramos son las que nos cuestan. Si me invitan a asistir a un evento gratuito, lo haré si tengo tiempo o si me queda de paso, pero si el evento tiene un costo y lo pago, claro que asistiré.


Te invito a que la próxima vez que te ofrezcan algo gratis (si en efecto lo es, y no es solo la oportunidad de presentarte sus servicios) realmente valores y agradezcas el tiempo y el esfuerzo que alguien dedicó para obsequiártelo. 

20 de mayo de 2013

No busques trabajo - Risto Mejide


No busques trabajo. Así te lo digo. No gastes ni tu tiempo ni tu dinero, de verdad que no vale la pena. Tal como está el patio, con uno de cada dos jóvenes y casi uno de cada tres adultos en edad de dejar de trabajar, lo de buscar trabajo ya es una patraña, un cachondeo, una mentira y una estúpida forma de justificar la ineptitud de nuestros políticos, la bajada de pantalones eurocomunitaria y lo poco que les importas a los que realmente mandan, que por si aún no lo habías notado, son los que hablan en alemán.
No busques trabajo. Te lo digo en serio. Si tienes más de 30 años, has sido dado por perdido. Aunque te llames Diego Martínez Santos y seas el mejor físico de partículas de Europa. Da igual. Aquí eres un pringao demasiado caro de mantener. Dónde vas pidiendo nada. Si ahí afuera tengo a 20 mucho más jóvenes que no me pedirán más que una oportunidad, eufemismo de trabajar gratis. Anda, apártate que me tapas el sol.
Y si tienes menos de 30 años, tú sí puedes fardar de algo. Por fin la generación de tu país duplica al resto de la Unión Europea en algo, aunque ese algo sea la tasa de desempleo. Eh, pero no te preocupes, que como dijo el maestro, los récords están ahí para ser batidos. Tú sigue esperando que los políticos te echen un cable, pon a prueba tu paciencia mariana y vas a ver qué bien te va.
Por eso me atrevo a darte un consejo que no me has pedido: tengas la edad que tengas, no busques trabajo. Buscar no es ni de lejos el verbo adecuado. Porque lo único que te arriesgas es a no encontrar. Y a frustrarte. Y a desesperarte. Y a creerte que es por tu culpa. Y a volverte a hundir.
No utilices el verbo buscar.
Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
Da igual que te vistas de autónomo, de empresario o de empleado. Por si aún no lo has notado, ha llegado el momento de las empresas de uno. Tú eres tu director general, tu presidente, tu director de marketing y tu recepcionista. La única empresa de la que no te podrán despedir jamás. Y tu departamento de I+D (eso que tienes sobre los hombros) hace tiempo que tiene sobre la mesa el encargo más difícil de todos los tiempos desde que el hombre es hombre: diseñar tu propia vida.
Suena jodido. Porque lo es. Pero corrígeme si la alternativa te está pagando las facturas.
Trabajo no es un buen sustantivo tampoco. Porque es mentira que no exista. Trabajo hay. Lo que pasa es que ahora se reparte entre menos gente, que en muchos casos se ve obligada a hacer más de lo que humanamente puede. Lo llaman productividad. Otra patraña, tan manipulable como todos los índices. Pero en fin.
Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.
No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.
No busques trabajo. Mejor busca a un ingenuo, o primer cliente. Reduce sus miedos, ofrécele una prueba gratis, sin compromiso, y prométele que le devolverás el dinero si no queda satisfecho. Y por el camino, gánate su confianza, convéncele de que te necesita aunque él todavía no se haya dado cuenta. No pares hasta obtener un sí. Vendrá acompañado de algún pero, tú tranquilo que los peros siempre caducan y acaban cayéndose por el camino.
Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.
Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. Intenta gastar menos de lo que tienes. Y sobre todo y ante todo, jamás te hipoteques, piensa que si alquilas no estarás tirando el dinero, sino comprando tu libertad.
Hasta aquí la mejor ayuda que se me ocurre, lo más útil que te puedo decir, te llames David Belzunce, Enzo Vizcaíno, Sislena Caparrosa o Julio Mejide. Ya, ya sé que tampoco te he solucionado nada. Aunque si esperabas soluciones y que encima esas soluciones viniesen de mí, tu problema es aún mayor de lo que me pensaba.
No busques trabajo. Sólo así, quizás, algún día, el trabajo te encuentre a ti.
Risto Mejide

27 de enero de 2013

Un año más sin ti

Otra vez el tiempo se me pasó y no pude plasmar lo que comencé a decirte desde el día 17. El tiempo es solo una ilusión de nuestra mente y mi mente ha estado dando vueltas a tantas cosas. Por eso te escribo hasta ahora. Uno más de nuestros sueños está por cumplirse: nuestro proceso de inmigración está casi completo.

Este año que terminó trajo momentos difíciles pero también grandes cambios: terminé mi maestría, senté las bases para una pequeña empresa de aromaterapia, cerré un capítulo en mi vida laboral y estoy empezando otro nuevo. Y este cambio ha sido más difícil de lo que esperaba. Recuerdo que siempre decías: "Haz primero lo que tienes que hacer, para que tengas los medios para hacer lo que te gusta." Bueno, aún no tengo todos los medios y aún no sé que es lo que más me gusta, pero ya me estoy acercando.

Sé que la magia ocurre cuando salimos de nuestra zona de comfort (o de seguridad). Aventurarme no es la parte difícil, sino seguir avanzando sin buscar costas cercanas. Algo difícil de hacer es encontrar la intersección entre lo que me apasiona, lo que sé hacer, lo que es económicamente redituable y que el mundo necesita.

En estos días tengo muy claro que el mundo necesita cada vez más gente feliz, gente que ayude a otros, gente que haga de este mundo algo mejor. Por ese motivo me inscribí a un curso de liderazgo evolutivo para lograr la sustentabilidad. Me gusta ayudar a la gente a crecer, a desarrollarse y me gusta ayudar a las empresas a cambiar, a volverse colaborativas y a fomentar el talento individual y volverlo colectivo.  Estoy pensando en cuál es la mejor manera de ayudar a individuos y organizaciones a mejorar.

Sigo escribiendo mis cuentos, no he podido avanzar mucho a pesar de que ahora tengo más tiempo libre; debe ser el efecto de mi mente un poco saturada. Mi mente sigue confundida con tantas cosas en mi cabeza, tratando de tejer algo armónico con los múltiples hilos que me tocaron y he adquirido.  Estoy empezando a escuchar mi llamado y no puedo dejar de oírlo. Creo que finalmente estoy aclarando a dónde voy, menos mal que me tomó solo 38 años. Creo que finalmente entendí que formo parte de una voluntad más grande que busca hacer de esta Tierra algo mejor para todos los seres (vivos o no) que la habitan.

Mi colega Kathia habla de dejar de vivir de forma fragmentada, de dejar de ser alguien de 9 a 5 y después buscar la satisfacción. Creo que este es el deseo que tengo y que quiero llevar a cabo, pero aún no estoy segura del cómo combinar mi deseo y mi responsabilidad.

En estos días, tus consejos me hacen mucha falta, pero sé que tu amor sigue presente. Tu presencia sigue siendo tan cálida como hace tantos años y tu voz sigue sonando en mis oídos. ¡Qué increíble es saber que las personas que amamos nunca se van de nuestro lado!


Feliz cumpleaños, Abuelito.


1 de mayo de 2012

Genio y figura...

No tuve el gusto de conocer a mi tío Rafael. Me parece que lo ví una vez cuando era muy pequeña, pero sinceramente no lo recuerdo con claridad. Sin embargo, la vida me permitió conocer y platicar con mi tío Arturo en varias ocasiones; platicar con él me recordaba mucho a platicar con mi abuelo, que es sin duda una de las mejores experiencias que he tenido. La pasión por el conocimiento, la sencillez con la que conversaba y la creatividad que demostraba en todo lo que hacía me mantuvieron atenta durante horas.

Su casa era literalmente un museo aunque no abierto al público. Tenía miles de restos de animales marinos, piedras y un sin fin de objetos cuidadosamente ordenados. Incluso los estudiantes de la UNAM (según recuerdo) visitaron su casa con para ver y aprender sobre la vida marina. Ahí vi arena de diferentes lugares del mundo, desde el blanco más puro hasta el negro más brillante. Mi tío me enseñó orgulloso su colección de estrellas marinas, esqueletos de peces, conchas, caracoles, erizos, fósiles, plantas y libros sobre diferentes temas, así como la espada de mi bisabuelo, el coronel.  Muchos años le dedicó a esa pasión y sus ojos brillaban al mostrar sus colecciones.

Mi tio Arturo Galán de la Cavada decidió dejarnos el pasado 18 de abril. Aún siento un nudo al pensar que no está más con nosotros, al imaginar tantas horas más que pude haber conversado con él, al recordar el amor que se tenían él y mi tía, quien por cierto soportaba con cariño las locuras que hacía mi tío.

El recuerdo más bello que tengo fue el apoyo emocional que nos brindó cuándo mi abuelo falleció. Recuerdo haberlo abrazado por mucho tiempo y recuerdo también sus palabras que me ayudaron a sobrellevar la pérdida. Pero el recuerdo que mejor lo representa sucedió cuando fuimos a Pachuca, donde vivía una de sus hijas. Fuimos a una feria con el resto de la familia y en algún momento, mi tío Arturo y yo nos adentramos a un pabellón de ciencias. Recorrimos los stands, curioseamos por las exposiciones, paseamos por el pabellón y de pronto nos encontramos frente a la pared para escalar. Mi tío quiso subirse. Traté de desanimarlo - por temor a que se cayera - y me dijo: "Hija, tengo que aprovechar ahora que los demás no están; no sé cuánto más voy a vivir pero esta oportunidad tal vez no se me presente de nuevo."  Mi tío tenía entonces más de 70 años y subió, tan fresco, una pared de más de 10 metros. Bajó de la pared con una sonrisa de niño y yo volví a respirar.


Dice Lila Downs que veneramos la muerte porque la muerte nos da la vida. Ojalá que la vida nos alcance para dejar atrás el olvido de la muerte. Ojalá pueda yo dejar un recuerdo tan hermoso y tan profundo como el que estos grandes hombres dejaron en mi vida.

Descansa en paz, tío. Tu cariño sigue en nuestros recuerdos.

28 de abril de 2012

Intervenciones emocionales

A lo largo de estos dos años he aprendido un par de cosas interesantes en mi maestría. La primera de ellas es que cada acción (o inacción) es una intervención. Es común que la gente no mida el impacto de sus intervenciones, particularmente mientras se encuentra bajo el influjo de una emoción.

Otro axioma conocido en este ramo es: los datos dirigen el diseño de la intervención. Es decir, tenemos que sustentar con datos precisos (recogidos mediante observación, instrumentos o cualquier otro medio) las intervenciones que deseamos diseñar.

Sin embargo, cuando la gente no es consciente de ello, las intervenciones se vuelven complicadas, particularmente para las personas muy emocionales. Y más complicado aún es cuando dicha persona ocupa un alto puesto en la organización.

Hoy me tocó leer el correo electrónico de un ejecutivo dirigido a otro, reclamando de forma dramática una acción, basándose en el hecho de que la gente percibe nuestro servicio de una forma negativa. En dicho correo propone, además de anunciar a toda la organización que nuestro servicio no cumple con las expectativas (aunque sí cumple los acuerdos) de los vendedores y nos propone "aventarnos un poco de dinero" para motivar a nuestro equipo.

Entiendo que las personas de su área están bajo mucho estrés por su bajo desempeño debido a metas muy elevadas y sienten que nuestro equipo no les responde como ellos quisieran. Lamentablemente, todo se basa en una percepción de estas personas, quienes, dicho sea de paso, son altamente emocionales también; nuestras métricas siguen cumpliéndose sin problema alguno.

La intervención que propone este ejecutivo:  enviar un comunicado para protegerse, a lo que el llama "aclarar las cosas" y "aventar dinero" son dos de las cosas más negativas que podrían hacerse para incrementar el trabajo en equipo.

Una vez más compruebo la llamada teoría de la actividad: los miembros de un equipo tienden a internalizar las conductas que son naturales en la actividad que realizan. En este caso, reaccionar de forma emocional, basándose en percepciones y tratando de arreglar las cosas "aventando dinero".

27 de abril de 2012

Valores en la organización

Todas las empresas enfrentan en algún momento un conflicto de valores. A veces sucede que un servicio o producto no funciona de la forma que se quiere. Es por demás correcto reconocer el problema frente al cliente y restaurarle el producto o servicio que no se logró ofrecer. Sin embargo, el problema se da cuando el vendedor parece estar del lado del cliente sin recordar que tiene obligaciones para con la empresa que le paga un sueldo.

En un par de ocasiones he visto como los valores sin un objetivo claro pueden entorpecer los resultados de la empresa. Un ejemplo reciente fue el de hoy. Una empresa compró un producto de nuestro sitio que no funcionó como se quería. El cliente fue notificado, el producto fue repuesto, pero las personas que hicieron uso del servicio no obtuvieron lo que deseaban y lamentablemente, no parece haber manera de notificarles de dicho problema técnico.

El vendedor se molestó por el problema que fue ocasionado por errores técnicos; esto es perfectamente entendible dado que es él quien tiene que dar la cara. El producto fue restituido y funcionará en la duración acordada, sin embargo, el vendedor desea ahora poner una notificación en nuestro sitio que diga a las personas que hagan uso del servicio otorgado a esta empresa, que las personas que hicieron uso de dicho servicio en el pasado tuvieron problemas técnicos.

Intenté hacerle entender al vendedor que dicha notificación no tiene utilidad alguna ya que:
a) no resuelve el problema (que ya había sido resuelto).
b) no notificará a quienes experimentaron el problema que deben volver a utilizar nuestro servicio
c) reducirá la confianza que los clientes tienen en nosotros

Y desafortunadamente dichos argumentos no fueron apreciados por el vendedor, quien solo desistió de la propuesta, cuando le informé que tomaría mucho tiempo en ser ejecutada, si es que se lograba implantar.

El querer subsanar un error y reconocerlo me parece maravilloso, pero si la solución no lleva a ningún lado, hacerlo solo por penitencia no tiene ningún sentido.