18 de marzo de 2008

Nuestra percepción de la realidad

Uno de los órganos más importantes y "desconocidos" de nuestro cuerpo es el cerebro. Nos juega bromas pesadas, nos hace reaccionar a estímulos que no existen (el típico ejemplo de imaginar las gotas de limón cayéndonos en la boca), no nos hace caso cuando le decimos que "no" piense en algo y encima de todo, organiza sus funciones como mejor le parece (hace años leí, por ejemplo, que cuando pensamos en la imagen de una flor, las partes del cerebro que se activan son las que permiten la función de la vista).

Hace unos años llegó a mis manos el libro "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", donde explica diversos casos, bastante extraordinarios del mal funcionamiento del cerebro. Y ahora, llegó hasta nosotros la historia de la Dra. Jill Bolte Taylor. Aquí les comparto el artículo de Juan Enríquez respecto a la plática de TED, el link del post relacionado al tema en Microsiervos y el video de la conferencia (en inglés) en TED de la Dra. Taylor, que logró interesar incluso a mi hija de casi 7 años.

La doctora...

Juan Enríquez Cabot
3 Mar. 08

Empezó como una plática más en uno de los lugares más interesantes del mundo, la reunión anual de Technology, Entertainment, and Design (TED). No siempre es fácil captar el interés o sorprender a un grupo de emprendedores, visionarios, locos, artistas, escritores e inventores acostumbrados a ver, en serie, al físico más famoso del mundo, Stephen Hawking, a Al Gore, un nuevo mapa interactivo del universo y al explorador en jefe de National Geographic describiendo sus aventuras...

Llegó al estrado ex profesora de medicina de Harvard, Jill Bolte Taylor. Fuera del rarificado mundo de la neuroanatomía, no muchos sabían quién, o qué es, una doctora Taylor. Empezó su plática como mucho académico harvardiano, con datos, cifras, gráficas. Explicó la anatomía del cerebro, las divisiones entre lóbulo izquierdo y derecho. Los órganos que los conectan.

Pero después de las gráficas, de los tecnicismos, la plática empezó a cambiar. Se volvió, por decir algo, menos tradicional. Salió asistente vestido de negro cargando, en modesta charola, cerebro humano, con médula vertebral colgando cual modesta trenza. Para gran parte del auditorio fue la primera vez que veían de cerca un cerebro fresco. Después enfrentar cierto factor fuchi, Jill nos fue mostrando lugar por lugar cómo opera este increíble órgano, qué áreas controlan qué.

Luego la plática se volvió bastante más personal. Resulta que, una mañana como cualquier otra, a los 37 años, Jill se levantó sufriendo tremendo dolor de cabeza. Una y otra vez le costó trabajo salir de la cama. Caminó lentamente al baño. Muy lentamente se metió en la regadera. Ahí se dio cuenta del trabajo que le costaba enjabonarse, controlar sus dedos. Pero al mismo tiempo, se concentraba y aparentemente distinguía cada gota de agua que caía en su cuerpo. Le costó trabajo dejar la regadera. Al llegar al lavabo se dio cuenta de que no podía usar su brazo izquierdo. Y después de casi una hora, usando su conocimiento del cerebro y su función, finalmente se dio color que sufría tremenda embolia cerebral.

Su reacción no fue pánico o preocupación sino "caray, qué cosa más interesante". Analizaba sus síntomas mientras su cerebro le decía que podía observar cada una de sus células y moléculas. El coágulo en su lóbulo izquierdo seguía creciendo. Y, al deshacer más y más de su función racional, del dolor pasó a extrema euforia. Jill veía a su brazo como una parte del todo material de su lavabo, de su baño, del universo. Cada molécula pertenecía a un todo mucho mayor. Desapareció casi toda conexión al presente. Se fusionó todo su pasado y un futuro infinitamente prometedor. Entró en una especie de Nirvana.

Se desplomó. Sobre el piso, sin poderse levantar, experimentó completa paz y felicidad. No le faltaba absolutamente nada. Se acercaba tremenda y hermosa luz blanca. La sensación era una paz completa y permanente. No había motivo alguno para cambiar nada, mucho menos para levantarse.

Pero de vez en cuando molesta voz interrumpía hermosa vida. La voz decía, si no te levantas te vas a morir. Levántate. Levántate. Una y otra vez peleaban la sensación de placer y la de deber. Hasta que lenta, lentamente se pudo arrastrar a su oficina, sentarse en su escritorio y observar su teléfono. Eventualmente decidió llamar y pedir ayuda. El único problema es que no se acordaba cuál era el número de su oficina. Empezó a dar lenta vuelta por su oficina buscando una tarjeta de presentación. No la hallaba. Y era más que molesto interrumpir su profundo placer y la sensación de ser uno con el universo con algo tan trivial como hacer una llamada. Aun así eventualmente encontró la mentada tarjeta y empezó a marcar. Pero cada vez que marcaba la interrumpía esta necesidad de entregarse a la completa paz y felicidad. Dejaba la marcación a medias. Finalmente tuvo que levantar su inútil brazo, colocar su dedo sobre la tarjeta e ir cubriendo los números ya marcados.

Finalmente escuchó una voz completamente entremezclada e incomprensible. Contestó en el mismo idioma. Con gruñidos, sonidos altibajos, gritos y susurros. Alarmados, sus compañeros mandaron rauda ambulancia, pero cuando llegó la doctora ya yacía en estado vegetativo.

Después de tremenda operación, donde le trepanaron un lado casi completo del cráneo, la doctora yació en coma durante largo periodo. Le tomó ocho años rehabilitarse, recuperarse. Tuvo que aprender a leer de nuevo, empezando con textos de kínder. Pero eventualmente inició de nuevo investigación universitaria, empezó a dar clases. Tenía mucho que contar. Hoy es, de nuevo, exitosa académica.

Además de una historia personal fascinante, la experiencia de Jill me explicó, me puso en contexto, tanta y tanta historia de profundo placer en medio de tremendo dolor. Explica el éxtasis de un mártir con profunda fe. Explica cómo un monje budista, controlando su respiración y concentración, puede eliminar toda preocupación y llegar a un estado de paz y felicidad. Demuestra por qué son tan peligrosas y adictivas ciertas drogas, y por qué tanto pelado que se va de viaje describe la experiencia como llegar a ser uno con el universo. Explica por qué tantos, que se meten a este hoyo químico, no tienen ni la fuerza ni el deseo de salir.

Al mostrarnos y describir cómo deja de operar un lóbulo del cerebro bajo extrema presión, la neuroanatomista une y pone en contexto tantas y tantas circunstancias que pueden sacar a un ser humano del presente y enfocarlo únicamente en el placer, en el mundo no terrenal, aun a costa de la vida misma.

Ella tuvo el valor para salir de este mundo, para combatir y sobrevivir. Fue batalla heroica. Pero también aprendió mucho y ahora es una persona profundamente contenta, serena. Por una parte sigue estudiando, describiendo, investigando la anatomía del órgano más complejo que poseemos los seres humanos. Pero la experiencia la cambió. Entiende ahora que el cerebro también se puede usar para lograr una profunda paz. Que esta paz se puede controlar y usar para bien, sin necesidad de extrema enfermedad, droga o tortura. Jill es líder en lo que quizás sea la más grande de las exploraciones contemporáneas, el cómo opera nuestra conciencia, saber, entender y placer.



Microsiervos
http://www.microsiervos.com/archivo/ciencia/apoplejia-en-primera-persona.html

Link al video original: http://www.ted.com/talks/view/id/229

Link al script del video: http://blog.ted.com/2008/03/jill_bolte_tayl.php#more


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