¿Cómo sabe uno si está podrida sólo una parte de la sociedad o la sociedad completa? Pues escuchando y entendiendo lo que dice Roberto Saviano en su brutal libro "Gomorra".
Uno se acostumbra a leer sobre violencia. Más torturados, descabezados, mutilados, desaparecidos. Pero hay violencia con lógica y sin fin y hay violencia que se detiene por cansancio. Y es importante distinguir. Una refleja un cáncer que ataca a la sociedad y la otra es reflejo de una sociedad sin futuro ni remedio.
Quizás no haya, entre todos los ejemplos de brutalidad que describe Saviano, ejemplo más duro que el de Pasquale. Precisamente porque no hay violencia. Resulta que las mafias del sur de Italia han penetrado a fondo el mercado de la alta moda. Producen, en fábricas donde pagan una miseria, gran parte de las más finas exportaciones. Y al mismo tiempo tienen mecanismos para distribuir por doquier droga. Paquete tras paquete llega a las más caras boutiques del mundo, de las cuales también a menudo son dueños los mafiosos. Y como dicen por acá en Mexicalpan, hacen "triple play". Venden ropa muy cara. Distribuyen droga. Lavan dinero.
Y en medio de esta aceitada máquina trabajaba Pasquale. Sobrevivía en su pueblo natal con poco más que su orgullo y numerosa familia. Cada semana le traían las más finas telas y diseños. Y le exigían perfección. Y Pasquale entregaba. Sabía exactamente cómo cortar para que la vestimenta quedara como guante perfecto. Modificaba cortes para acomodar ligeras diferencias en simetría. Criticaba a otros sastres por no saber esconder costuras, por no saber integrar materiales, por no cuidar mínimos detalles. Sabía y practicaba a la perfección su oficio. Hasta que un día prendió la televisión y se quedó atónito y mudo.
En la ceremonia de los Óscares caminaba una de las actrices más famosas del planeta, Angelina Jolie (en la película la actriz era Scarlett Johansson) . Y la Jolie llevaba puesto un hermoso vestido blanco. Vestido fabricado de la nada por Pasquale. Hasta ese momento Pasquale no tenía idea de a donde habían acabado sus creaciones. Sólo sabía que cortaba y cosía mejor que cualquiera que conociera. Pero no tenía idea de que era primus inter pares en cuanto a habilidad. Y ahora, al ver a la Jolie, Pasquale recordaba cómo había fabricado ese precioso vestido pensando en cada músculo, cada hueso, el cuerpo entero que ahora veía por televisión.
Sus mafiosos jefes sólo le habían dicho que la prenda acabaría en América. Sabían perfectamente para quién era. Pero nunca le habían dicho a Pasquale lo importantes que eran sus creaciones.
Su reacción no fue orgullo. Fue absoluta y fulminante furia. Nadie le había dado las gracias. Millones de dólares de creaciones a cambio de 600 euros por mes y ningún reconocimiento. Nunca se había sentido tan solo. A nadie le podía decir, explicar, presumir. Y al sentirse absolutamente sin poder ni futuro decidió tirar todo. Salió enfurecido a hablar con uno de los jefes de la Mafia. Lo que pidió fue sencillo. "Quiero cambiar de trabajo". Y se lo otorgaron.
Lo pusieron a cargar y descargar cajas. A manejar camiones. Hasta que sus finas manos se llenaron de callos. Hasta que llegaron los constantes calambres y la artritis. Y fue así como el sastre más talentoso de Europa nunca corto o cosió de nuevo. Porque la mafia no quiso, porque él no quiso, porque no había otra opción que perseguir en su país.
Y para mí éste es perfecto ejemplo de la corrupción más absoluta de una sociedad. No sólo es que existan mafias de drogas y violencia por doquier. No sólo la compra de votos y la protección de los corruptos. No sólo el que casi todo gobierno local y estatal esté infiltrado. No sólo es que todo concurso de obra pública esté podrido y que casi todo negocio de basura, cemento, bebida, centro comercial, construcción y hotelería esté controlado.
No, la corrupción completa y absoluta de una sociedad ocurre cuando no hay esperanza alguna de que los mejores, los más talentosos, los más trabajadores puedan ser reconocidos. De que tengan opciones y futuro. De que se vuelvan modelos para que entre los jóvenes haya alguna esperanza.
Pero al no haber más opción que crimen, corrupción, esclavitud y violencia, al no poder ejercer en casa talento, pues se mata todo sueño posible. Y entonces sí... la sociedad no tiene esperanza alguna. La corrupción es completa y no hay remedio.
Por eso es esencial que quien ame a México lea el libro de Saviano y entienda lo que estamos viviendo. Lo que hay que evitar. Por eso es tan importante no sólo detener a los directamente involucrados en el narco, sino también a tanto cómplice en gobiernos de todo nivel y partido, y también detener a tanto empresario que usa la corrupción y el monopolio para matar sueños.
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