La actitud con la que enfrentamos las situaciones hace la diferencia entre perder o ganar. Como dice el refrán: si piensas que estás perdido, lo estás. De igual manera, si crees que tienes oportunidad de ganar, si te sientes genuinamente valioso, la gente con la que trates te percibirá de forma diferente.
Tu actitud puede ser la diferencia entre ser contratado o no. La entrevista de empleo es como la primera cita:
-o confías en ti plenamente y te muestras como eres, sin ningún estrés;
-o te pules en la forma en que te presentas, tratas de mostrar lo mejor de ti mismo y no enfatizas los rasgos que pudieran ser un problema para tu contratación.
El primer caso solo sirve cuando los rasgos más fuertes de tu personalidad se alinean con la empresa o el puesto. Por ejemplo:
-eres una feminista declarada y el puesto es el de Directora Ejecutiva de una organización de mujeres.
-eres controlador y un poco obsesivo, y el puesto es de Control de Calidad en una empresa manufacturera.
Lamentablemente, pocas veces hay puestos que ofrecer a personas que se quejan de todo y tienen una actitud derrotista. Tampoco hay muchos puestos para personas chismosas, criticonas o inmaduras. Definitivamente, a veces gente así se cuela en el proceso de entrevista, ya que los entrevistadores frecuentemente olvidan evaluar la inteligencia emocional del candidato.
Si tienes problemas para encontrar trabajo y consideras que tienes la experiencia y calificaciones necesarias, pregúntate si no será un problema de personalidad el que se interpone entre tú y el trabajo ideal.
22 de marzo de 2012
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